Día 8: ¿Por qué huyó Benito Juárez?

En el instante en que me bajé del taxi colectivo, sentí el silencio. El carro desapareció, y estuve sola en un lugar custodiado por montañas; volteé buscando a alguien y encontré una estatua de bronce.

En Guelatao no está Juárez. 

Quizá están sus huellas, su paso por la vida, pero no están ni su casa, ni sus objetos.

Están sus paisanos, versados en la historia, vendedores de nieve en bolsita, graciosos. Está su estatua, tan  enorme, que dan ganas de sentársele en las piernas. Están los restos de su hijo Benito. Está la réplica de su casa y un museo cerrado desde el medio día. Están sus mitos.

En Oaxaca todo es de Benito: Sierra de Juárez, calle de Juárez, monumento de Juárez; Guelatao se lo quitaron a San Pablo y se lo dieron a Juárez... pero la laguna no es suya, esa tiene su propia identidad, y puede, por sí sola, robarse el protagonismo del hombre que ayudó a forjar a nuestro país.

Casi detrás del monumento, el mural y la plaza, está la laguna. 

En el Estado de Oaxaca, el viento corre libre; pero en Guelatao, agarra vuelo. Aún así encuentra su compostura frente a la la laguna, la toca gentilmente haciendo pequeñas olas, chinitos que se acercan a la orilla. Y juguetean viento y agua, solo interrumpidos por los patos toscos que entran y salen de la laguna haciendo escándalo.

La combinación agua, montaña y árboles, crean colores que hacen sonreír a los ojos. Acompañados de las combinaciones de sonidos:

Agua.
Viento.
Hojas.
Silencio.

Agua, viento, patos.
Hojas, viento.
Agua, hojas.

Silencio.

Y huele a árboles, a fresco, y a agua estancada.

Con los sentidos así de ocupados, se escucha a Dios.

Pasé casi dos horas experimentando cada una de la vistas del lugar.Cuando sentí hambre, rodeé la laguna y comí en el puesto de una señora de las que sí saben ofrecer café por la tarde.

Una de las clientas, me explicó que en esa laguna es dónde Benito Juárez pasó una noche sobre un pedazo de tierra que se desprendió de la orilla, que -de seguro- no sabía nadar, además la laguna es como un embudo, muy honda. Me dijo que, donde estaba la estatua, había estado la casa de Juárez, y que sólo se conocía a la maestra "Tina" como su descendiente lejano; aunque se hablaba de sus hijos con otra mujer que vivían en Tijuana. Dijo que el tío abuelo con el que se crió Benito era gente estricta, de los de antes, y por eso él se fue.

-"Qué tonto"- le dije- "aquí está muy bonito".

-"Pero sin ellos, no tendríamos patria, ni identidad, porque ellos empezaron con lo del acta de nacimiento".

La idea de ir a Guelatao se me ocurrió a mi sola cuando mi hermana me preguntó: ¿vas a ir a Guelatao?

Yo no sé si Juárez fue "malo" o "bueno" (como luego califico la historia), y no sé si huyó por miedo, pero sé, que alguien que se formó aquí, moldeado por las montañas, acariciado por la laguna, y entretenido por el viento; debe tener sabiduría; y  solo algo mayor lo alejaría de aquí.

Yo no soy tan lista, y me tenía que ir, pero ya me sé el camino. Para llegar a Guelatao se toma la curva hacia la curva, y luego es curva, curva, curva hacía arriba; y curva, curva, curva hacía abajo. Se repite esto 3 o 4 veces hasta estar mareado y feliz entre montañas.

Me gustas así Guelatao: tranquilo.

Tanya



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