Día 2: ¿Por qué se llama "Valle de chalco" si está en un cerro?

En tiempos de la revolución y en tiempos del narco, se canjean armas.
Mi amigo capitalino me contó que vio -en un periódico amarillista- la foto de una mujer del Estado de México, cuya cabeza estaba bañada en sangre; se titulaba: "Chalco de sangre".

Aún así fui a Chalco, Estado de México. Un buen amigo vive allí y eso pudo más que mi flojera de salir a la periferia. 

Como me advirtieron que podría ser víctima de robo, llevé solo lo necesario. Me acordé de aquella vez en que se subieron dos ladrones a la ruta 612 -cuando yo regresaba de clases de la preparatoria- y a mi compañero de viaje le pareció gracioso que, saqué mi cartera, vi lo que tenía, y decidí no esconderla con el argumento de "ni traigo nada, de todas maneras" ; esperaba no tener que usar esas palabras en mi viaje, pero eran mejor que otras.

En el camión a "chalco-tejones", me senté hasta adelante, iba sola y me acordé de aquella nota que leí donde raptaron y violaron a una muchacha que se subió a un autobús vacío en el Estado de México. Tuve una pequeña crisis, hasta que el miedo fue reemplazado por envidia a una nueva pasajera, que, -apenas se subió- se quedó dormida con toda paz. Nunca más menospreciaré el privilegio de dormir en el transporte público sin preocupaciones.

Chalco no es bonito, tiene calles terregosas y perros callejeros; pero, tiene nieve que se vende en una cremería que parece restaurante.

No describiré lo cremosa que estaba la nieve, o lo mucha que era, o lo suave y balanceado de su dulce. No me centraré en lo agradable que fue saborearla y caminar por los alrededores de la iglesia.

Si no, más bien escribiré sobre su empaque: la cáscara de la fruta con que fue hecha. La de manzana estaba adentro de una manzana; la de mamey, igual; y, aunque no la vi, supongo que la de naranja también.

Todo lo demás acerca de Chalco es sobre sus habitantes -permanentes y temporales- que lo convierten en un lugar interesante y peligroso, dependiendo de lo que aporten a la comunidad. 

Regresé bien al DF, mucho mejor que cuando me alejé. 

Como fue mi costumbre, me perdí un poquito antes de reencontrarme con mis nuevos amigos viajeros del hostal; para después ver a mis viejos amigos, ex compañeros de escuela.

Lo siguiente que recuerdo es a la guardia de seguridad de la terminal de ADO, tratando de verificar sus sospechas sobre mi olor a cerveza; supongo que no pudo comprobarlo, porque me dejó subir al autobús.

Y es que, mis amigos de la maestría me recibieron como saben hacerlo: con honestidad y alcohol.

Tanya

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