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Mostrando las entradas de 2018

Dar

No ayudamos a los migrantes porque sean buenos, sino porque están en una situación vulnerable: lejos de casa, en un país que no conocen, donde matan, violan, desaparecen y roban. Están en la incertidumbre, a la deriva, solos, hambrientos, cansados, sucios y asustados. "No, gracias. Quería una mochila mejor que esta, pero no", dijo un hombre una vez en el albergue de FM4 que visité. Rechazó una mochila aún útil pero desgastada. ¿Cómo se atreve a desdeñar algo desgastado?, pensé. Me pareció que no debía darse el lujo de ser  vanidoso. Yo había llevado la ropa que no me servía, alguna desgastada, otra inútil para viajar, había faldas y vestidos que poco sirven cuando debes brincar a un ttren en movimiento. Al escuchar cómo el migrante rechazaba algo, entendí que él se parecía a mí. No era un ente que iba a aceptar todo sin cuestionar, que haría reverencia a todo lo que le quisieran regalar. No era como los perros que yo había recogido en la calle. No brincaría de e

Leche

Lloré después de jalar la cadena del baño, tiré dos onzas de leche que debían estar congeladas, destinadas a alimentar.  El trabajo ideal se mojó de leche materna y queda borroso, manchado, pegajoso.  El segundo baño donde me saqué la leche olía mal, por eso decidí tirarla. Además no había dónde guardarla y olvidé las tapas de los contenedores.  Me senté sobre la tapa del retrete, detuve un bote entre mi pecho y mi muslo, mientras usaba mis dos manos para bombear el otro pecho.  Leche blanca que me recuerda a las manitas que dejé en casa. Quisiera perpetuar este tiempo de transición  entre el vientre y el mundo.  Me dijeron que podrían habilitarme una sala para sacarme la leche pero no se concretó. Hay algo en dar teta que aún suena a tabú, asqueroso y personal.  "Si tienes que ir a hacer eso, ve", respondió antes de que le platicará más sobre amamantar. Otra trató de disfrazar su disgusto.  Hoy toca recordarle al cuerpo que aún no termina su función, mantene