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Mostrando las entradas de 2015

Amarga victoria

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Solías llamarme en mi cumpleaños Qué triste es vivir sin tí. Hoy cumplo 29, y tú no. Debería burlarme de eso, al estilo de   Nelson de los Simpson: “ja, ja” y reírme en tu cara de que no alcanzaste a cumplir años, y eso que tú naciste antes que yo. Ya gané; parecía que esa carrera ya la tenías ganada, la naturaleza te dio 23 días de ventaja, pero yo gané. Cuánto duele la victoria. Ja, ja, yo tengo 29 y tú no, Ja, ja.

Tristeza pública

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Día 9

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Último. Es esperanzador decir: "me voy a mi casa".  Aún cuando eran vacaciones y realmente disfruté Oaxaca, me da esperanza saber que hay un lugar a dónde regresar, un espacio social que me está esperando. Cuando lo dije a mis compañeros de hostal, mientras cenábamos, me llegó la compresión por las personas que se tienen que ir de sus hogares y no pueden sentir lo que yo sentí al decir que regresaba. Y creo que esa va a ser mi conclusión. Pensé en un cierre espectacular, mientras comía mi necu-atole, (gelatina que sabe al atole de masa que le daban a mi abuelita cuando estaba enferma) y caminaba hacía el zócalo. Pero, en 15 cuadras no se me ocurrió nada; ni cuando visité los museos que me faltaban; o me senté a un costado de la enorme catedral de acá a comerme mi raspado. Me voy con cuatro preguntas: 1. ¿Por qué hay gente mendigando, si parece ser un estado con mucho dinero debido al turismo? 2. ¿Hacia dónde va la preferencia extranjera por

Día 8: ¿Por qué huyó Benito Juárez?

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En el instante en que me bajé del taxi colectivo, sentí el silencio. El carro desapareció, y estuve sola en un lugar custodiado por montañas; volteé buscando a alguien y encontré una estatua de bronce. En Guelatao no está Juárez.  Quizá están sus huellas, su paso por la vida, pero no están ni su casa, ni sus objetos. Están sus paisanos, versados en la historia, vendedores de nieve en bolsita, graciosos. Está su estatua, tan  enorme, que dan ganas de sentársele en las piernas. Están los restos de su hijo Benito. Está la réplica de su casa y un museo cerrado desde el medio día. Están sus mitos. En Oaxaca todo es de Benito: Sierra de Juárez, calle de Juárez, monumento de Juárez; Guelatao se lo quitaron a San Pablo y se lo dieron a Juárez... pero la laguna no es suya, esa tiene su propia identidad, y puede, por sí sola, robarse el protagonismo del hombre que ayudó a forjar a nuestro país. Casi detrás del monumento, el mural y la plaza, está la laguna.  En el Est

Día 7: ¿Sabían que hay una librería en Santo Domingo?

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" 'hora pues, no me vaya a dejar solo"- dijo el guía y comenzó a cantar. Me sentí muy feliz cantando "llorona" con mis compañeros de tranvía. Estábamos estacionados frente a una rotonda con esculturas de la guelaguetza, sentía el viento en mis brazos y la felicidad en el pecho. Se me salieron las lágrimas porque -desde enero- me da tristeza sentirme feliz. Ya no lloré, porque era momento de cantar zandunga: "Tú no sirves para amores, tienes el sueño pesado". Yo tampoco sirvo para amores. Seguro que Benito Pablo Juárez sí. Fui a la casa dónde vivió cuando escapó de su pueblo y hay una carta a margarita donde le manda su corazón. La casa en sí no tiene mayor chiste: un cuarto, el lugar de encuadernación, cocina, recibidor, etcétera. Lo que disfruté mucho fue mi imaginación, me quedaba en cada cuarto haciendo historias. También vi el templo del carmen (alto), y, en su historia, decía que en siglo XVI mataban a los reos y

Día 6: ¿Alguien sabe dónde está Nueva Zelanda?

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Cuando llegué a la recepción del hostal a preguntar cómo llegar a Monte Albán, había una chica preguntando lo mismo. Reaccioné diciéndole que yo iba para allá y -si quería- podíamos irnos juntas. Luego luego me arrepentí, porque justo un día antes, me había sentido fuera de lugar al tratar de forzar la socialización con gente del hostal. Y es que -al sentirme sola- me llega la ansiedad por establecer lazos afectivos con cualquier persona que me cruzo; porque los que tengo no están presentes. Después recuerdo que el propósito de viajar sola es observar cómo lleno los ruidos internos y pienso en fingir que no hablo ni escucho para no hablar con nadie. Me debato entre esos dos extremos. Por eso, cuando Elinor (así se llama la nueva huésped del hostal), me dijo que sí se iba conmigo, me pregunté si era buena idea. Cuando tomamos el camión urbano, me dijo que era muy bueno andar con una persona local. Y extrañamente, eso me ofendió. "Local" me sonó como "

Día 5: ¿Por qué es tan popular Hierve el agua?

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En la noche que meditaba en una banca frente al monumento a Juárez, me cuestionaba si había valido la pena mi día. Sólo fui a un lugar, me quemé la espalda y no tuve una gran aventura para contar, porque no llevaba zapatos adecuados para bajar a la barranca. El sonido del viento en los árboles me invitó a cerrar los ojos, y lo que apareció en mi mente fueron esas montañas, armoniosas, que se posaban frente a mí en "Hierve el agua"; dejándose admirar, como señoras de la más alta alcurnia, ocupando su lugar en el mundo. Entre ellas y yo: un enorme barranco, lleno de árboles; y no se cohibían con tanta atención de mi parte -si no que, mostraban su mejor perfil- con soberbia de la buena, de esa que se codea con la humildad y hace partícipe a quien la observa. Me invitaban a erguirme y aceptar que estoy a la par que ellas, que fuimos creadas por la misma energía. Me retaban a ocupar mi lugar. En el camino hacía "Hierve el agua" (que nadie me advirtió

Día 4: ¿El mezcal es de Jalisco o de Oaxaca?

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Viajar sola me hace más sociable. ¿O será el mezcal de tamarindo, café, arándano, maracuyá y coco, que tomé, lo que me hace hablar con todos? A penas me lo tomé en Tlacolula, y sentí calientito, calientito en todo mi cuerpo. Me quedé a platicar con el dueño de la mezcalería hasta que me sentí lista para irme. Del de tamarindo con sal de gusano y chapulines, tomé dos vasitos, estaba sabroso. La sal de gusano ya la había probado, con la señora que vende granadas en Mitla, "¿Le gustó? ¿verdad?"-me dijo burlona cuando le pedí que le pusiera más. Allí en Mitla hice muchos amigos, porque a todos les pedía que me tomaran fotos. Me fastidié pronto y me fui. Me gustó más Tlacoula. Comí con una familia: llegué a un puesto donde estaban comiendo las personas que atendían, así que me sirvieron y se sentaron a comer conmigo, dijeron que no entienden por qué viajo sola. Me tardé en comerme mi Tlayuda (aunque no tuve que forzarlo) para quedarme más rato platica

Día 3: ¿Será mucho una semana?

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"No encuentro mi recibo de la maleta"- le dije esculcando frenéticamente en mi mochila, y esperando que aún así me la entregara. "Búsquelo con calmita en su bolsa"- fue su respuesta. Me sentí molesta. No por tener que buscar el papelito, si no, porque el maletero estaba tranquilo. Hasta se tomó el tiempo de estirar la palabra "calmita" y sonreír. Me pide calma y eso me da ansiedad. Llegué al hostal muy temprano y mi cuarto aún no estaba listo: "vaya a desayunar con calma". Qué molestia. En el mercado 20 de noviembre -mientras tomaba mi café de olla en un tazón- pude conectarme con la ciudad. Mis dos manos estaban ocupadas en el tazón, mi mente en no quemarme, y mi cuerpo en recibir la tan apreciada cafeína. Miré a mi alrededor y todos estaban tranquilos. Respiré. Después me topé con unos recorridos que visitan varios lugares turísticos: 1 hora y 20 minutos en Hierve el agua 2 horas en Monte Albán 1 hora e

Los niños del tule

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Yael tiene 8 años y -con sus manos anaranjadas, llenas de chetos- trata de acomodar su espejo cuadrado en la rejilla que separa al árbol de nosotros, para señalarme -con ayuda del sol- lo que está a punto de explicar.  Michelle en cambio, se vale de un apuntador láser para el mismo propósito; además tiene una voz dulce que modula para que suene "cantadita" cada vez que nombra alguna figura, parte del gran árbol de tule.  Y el ahuehuete se presta: el co-pe-tee/ de/ Pe-e-ña Nie-eto; la pierna de chicha-ri-too; el be-e-bee naciendo en el a-a-arbol; y otras figuras que quizá por flojera -o para hacer variaciones- los niños guía a veces no mencionan en el recorrido.  "Fa-a-vo-or de acompa-ña-a-a-arme"- dicen para seguir dando vuelta al rededor del árbol. Son 4: Michelle, Yael, Mareli y Geraldine. Sus papás -además de escoger sus nombres extranjeros- los anotaron para ser parte de un proyecto de usos y costumbres de Santa María del Tule, Oaxaca. La