¿Para dónde vas?




Tengo miedo.

Un poco por inconciencia -y otro tanto por ingenuidad- he sido de las que van en contra de lo seguro; eso me hacía sentir temeraria, rebelde, libre.

De niña viví en una colonia de las periferias de la ciudad, dónde "no entraban los taxis" debido a la inseguridad y fealdad de las calles. No fue decisión mía vivir allí, pero transité esas calles con tranquilidad, excepto cuando me topaba con perros grandes y árboles tenebrosos.


Me asutaba caminar por "los tubos" (del agua) o "las vías" (del tren) por las noches cuando veníamos del lugar donde trabajaba mi mamá, pero, llegar a casa sana y salva, me hacía sentir invencible.

Después viví en un rancho y en un pueblo. No temía regresar a casa de noche, a menos de que se divisaran -a lo lejos- vacas o monstruos que aprovechan la oscuridad.

La siguiente colonia donde residí -conocida por ser hogar de cholos- me dio la oportunidad de decir que yo era amiga de los "vagos", y una excusa para socializar, me prestaba para bromas diciendo que era "barrio". El pertenecer a una colonia insegura, me dio un tipo de estatus social extravagante

Y se me hizo adicción: "¿vas a ir para allá?"-me encantaba que me preguntaran cada vez que les decía que iba a un lugar diferente; sin ningún asomo de temor: "sí, siempre voy", o "sí" con cara de que tengo todo bajo control.

A la colonia del fresno todas las semanas, al DF los fines de semana, a las Huertas, la colonia Jalisco, Estado de México...

Malota, invencible, temeraria, aventada, libre.

Y después, los mataron.

Venían en una carretera que habían transitado cientos de veces, autopista, de día. Y los secuestraron.

No debían ni temían nada.

No tenían dinero, estatús o pleitos. Fue mala suerte. Fue México.

Y ahora -que veo lo ingenua que he sido- tengo miedo.

Mi relación con Dios está en reajustes, creía que la fe era una especie de escudo. Que la protección divina se activaba con rezos.

Creía que nunca me iba a pasar nada, que era especial y que, mi buena actitud atraería cosas buenas.

Y pasó lo que nunca pensé que le pasaba a la gente tranquila.

Tengo miedo y no quiero tenerlo. Quiero transitar el país, conocer, actuar como turista, domar ciudades, hacerlas mías. 

Quiero sentirme libre.

Voy a este viaje con miedo a que mi país me enseñe algo nuevo sobre la verdadera situación.

Temo que Dios se escude nuevamente en el libre albedrío para permitir que seres humanos dañen a seres humanos.

Temo que mis malas vibras me enseñen una lección. 

Tengo miedo a salir, pero lo voy a hacer porque me gusta la aventura, quiero experimentar, y, porque -aunque ya no soy ingenua ni inconsciente como antes- sigo siendo la mujer que quiere sentirse libre en México.

También lo hago porque ya compré los boletos de avión y reservé los hostales.

Comentarios

Publicar un comentario

¡Por favor y gracias!

Entradas más populares de este blog

Cerebro gestacional

Zapateado tastuán

La Soledad y El Santiago