Día 6: ¿Alguien sabe dónde está Nueva Zelanda?


Cuando llegué a la recepción del hostal a preguntar cómo llegar a Monte Albán, había una chica preguntando lo mismo. Reaccioné diciéndole que yo iba para allá y -si quería- podíamos irnos juntas.

Luego luego me arrepentí, porque justo un día antes, me había sentido fuera de lugar al tratar de forzar la socialización con gente del hostal.

Y es que -al sentirme sola- me llega la ansiedad por establecer lazos afectivos con cualquier persona que me cruzo; porque los que tengo no están presentes. Después recuerdo que el propósito de viajar sola es observar cómo lleno los ruidos internos y pienso en fingir que no hablo ni escucho para no hablar con nadie. Me debato entre esos dos extremos.

Por eso, cuando Elinor (así se llama la nueva huésped del hostal), me dijo que sí se iba conmigo, me pregunté si era buena idea.

Cuando tomamos el camión urbano, me dijo que era muy bueno andar con una persona local. Y extrañamente, eso me ofendió. "Local" me sonó como "aborigen". 

Le expliqué una vez más que yo no era de Oaxaca, y que local sonaba raro; pero lo que quiso decir es que yo hablaba el idioma y era mi país; y la hacía feliz convivir conmigo.

Fuimos a Monte Albán, luego a comer al mercado 20 de noviembre y, finalmente, al ex convento de Cuilapam.

En el mercado, Elinor estaba muy contenta, porque -aunque ya había venido a México- nunca había visto uno. Que conociera el mercado de abastos fue un plus, porque nos perdimos.

Ella -por su cuenta- no hubiera ido, sobre todo por su poco español.

Le enseñé a decir "muy caro" y creo que la hice adicta al chocolate.

Conocedora de Oaxaca como soy, logramos llegar a Cuilapam en el transporte público. Me hubiera gustado quedarme un poco más, quizá deba volver.

La gente no me trató diferente a ella, las dos éramos turistas igual de valiosas para los vendedores de pulseras, el taxista y los compañeros de autobús. Tal vez el que hizo diferencia fue el señor de la entrada al ex convento de Santo Domingo (un hombre que se parecía a Benito Juárez), me insistía en que le enseñara mi credencial de estudiante en el extranjero, porque -como yo soy mexicana- aún así valía el descuento.

En este intercambio cultural Nueva Zelanda-México, me di cuenta de lo afortunada que soy. Por mi país y porque mi viaje lleva mi propia agenda. Elinor hizo , anteriormente, un viaje por sudamérica pero siempre guiada por turistas.

Aún no entiendo esto de viajar sola y no estar sola; de sentirse sola, y, a la vez, anhelar tiempo a solas. Pero agradezco las llamadas de mis amigas y amigos que hacen que no me enloquezca sola.

Tanya

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