MAMA A.C



En navidad “para los chavos que vivimos en la calle, y que trabajamos, primero está el estómago”, antes que los regalos, el árbol o la convivencia familiar, explica Jaime Valdez Aguilar, mientras recuerda los días en que pedía dinero y vendía chicles en los cruceros junto con su familia.

De origen Otomí, sin documentos y con poca pericia en la ciudad, sus padres se han dedicado a trabajar en la calle, “a veces nos organizábamos con las vecinas, ir a tal lugar, ‘órale vamos a trabajar en la calle porque va haber mucha gente y a lo mejor hay más trabajo’ (…) cada navidad era muy difícil conseguir un juguetito, a veces nosotros jugábamos con carritos sin llantas o una maderita y nosotros hacíamos nuestros propios juguetes”, recuerda Jaime.

Sin embargo, desde hace 14 años, este joven ha sido parte de muchas navidades llenas de amor y reflexión como las que organiza el Movimiento de Apoyo a Menores Abandonadas (MAMA) una asociación civil con más de 20 años de experiencia.

 “Era muy bonita la posada que teníamos: muchísima comida, mucha convivencia y los regalos y entonces me preguntaba ‘¿a poco van a tomarme en cuenta?, voy a arrimarme, a ver sí me dan’” y se sorprendía cuando sí alcanzaba juguete “¡ay! se acordaron de mí”.

Ahora que trabaja en MAMA, el “marín” sabe que “llevan un registro” para asegurarse que ningún niño se quede sin regalo.

Según la jerga del movimiento, un “mairo” es una persona que se gana la confianza de los niños abandonados, que les enseña y cuida; con esta lógica un “mairin” es un aprendiz, que aspira a ser “mairo”. Tal es el caso de Jaime, quien ayuda a organizar eventos, como las posadas donde una de sus responsabilidades es armar paquetes navideños para los niños.

Este año, MAMA A.C, entregó cerca de 400 juguetes, en un ambiente de diversión y amor, donde con chistes, juegos y regalos se logró que los niños olvidaran su pasado, su situación familiar y  sus circunstancias, explica el director de programas de la asociación, Alfredo Castellanos Ornelas.

“Son días de veras difíciles como educador  porque se les mueve el tapete, andan híper sensibles, no solamente en términos de melancolía,  sino, de agresividad, es su manera de escudarse, porque son como niños de hierro y de cristal, son niños tan frágiles”, pero que tienen que fingir ser fuertes para mantenerse en la calle, explica el “mairo”.

“En MAMA tenemos como una consigna de que todo lo que tú quieras, gánatelo”, siendo constante en clases y esforzándose por cambiar su situación, los niños obtienen casa, educación y comida, apunta Castellanos Ornelas.

Estos incentivos, que ayudan al desarrollo integral de los niños, se hacen presentes también durante navidad. “Los hombres y mujeres lucha”, estudiantes aplicados, reciben artículos extra, lo que, además de fortalecer su autoestima, busca “romper con la idea de estirar la mano” y  “que se den cuenta que sus acciones tienen recompensas”.

Por su parte, Jaime Valdez, confiesa que nunca fue “hombre lucha”,  porque no le prestó “mucha atención” a los estudios. Además, en la primaria no entendía el español y sufría discriminación por parte de compañeros y maestros debido a su origen indígena.

Sin embargo, a pesar de sus propios miedos y circunstancias, y de la oposición de sus padres,  Jaime terminó sus estudios hasta la preparatoria, ahora es un joven sensato, que sabe lo que quiere y que cada día trabaja para conseguirlo. Además, desde su llegada a MAMA A.C, sus navidades han sido diferentes.

“El año pasado, me fui a las calles, porque mi mamá fue a trabajar, y como que a mí ya no me  gusta que mi mamá trabaje, entonces le decía: ‘no, ya vámonos’, no me gusta la idea  de que esté allí pero la necesidad obliga a veces. Y  ya bueno, le dije: ‘me voy a estar aquí y te voy a ayudar a no sé, con las cosas’.  Me quedé allí y siempre que nos hemos quedado allá, dormimos en las banquetas o algo, entonces pues me acosté junto con mi hermano que tiene quince años y entonces llega un santa Claus y nos dio juguetes, o sea, ¡todavía un santa Claus a mí me regaló un caballito!, y cuando me lo dejó, en ese momento, pues… soy chillón, y entonces solté las lágrimas porque digo: ´aún todavía me regalan juguetes como toda la vida’”, concluye Jaime.


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