Patarata: una guía para las caídas

 





Hay solo tres formas de enfrentar las caídas: fingir que nada pasó, reírse de una misma y mostrar dolor extremo. 

Mi larga experiencia en el suelo también me ha enseñado que no aceptar ayuda de extraños agravará la situación:  a la vergüenza de haber azotado, se une la culpa por no responder de manera decorosa a las muestras de solidaridad. 

Una forma de mitigar la torpeza es contarlo. Como para encontrar un tema de conversación. 

- "¿Cómo estás?"

- "Me caí"

Así se transforma un saludo rutinario en un relato sobre dónde fue, cómo dolió y cómo la cabeza siguió en alto. 

"Desde la mañana me lo advirtieron", puede empezar la plática. 

"Nena -la señora que recoge cartón en la cuadra- apuntó a mi pantalón/vestido y dijo que se arrastraba, que se iba a romper. Le expliqué que había mandado a cortar el pantalón pero aún así quedó largo". 

"Más tarde, en las escaleras de mi casa, pisé el pantalón pero alcancé a detenerme en la pared y no hubo accidente". 

Si parece que el interlocutor tiene prisa, se puede omitir el incidente en casa. 

"La caída fue en las escaleras del periódico donde trabajo. Tenía mi mochila -tan pesada que el que me ayudó después la describió como 'mochila para niños de primaria'- en la mano un radio y su cargador e iba hablando por teléfono; mi sistema de impulsos no tuvo oportunidad de reaccionar. 

"Pisé el pantalón, tropecé, se cayó el radio, el cargador y yo con la mochila". 

"No colgué la llamada. El funcionario con el que hablaba fingió no escuchar el golpe, le hice mi petición y nos despedimos". 

"Desde el ángulo donde estaba, mi falla fue visible para los que están en el primer piso, para los que estaban en el comedor y para los que fueran bajando las escaleras desde el segundo piso". 

"Ella y él corrieron hacia mí. Siempre hay que aceptar la ayuda".

-"¿Estás bien?

-"No, me duele (todavía no me dolía nada)". 

"Ella corrió por una barrita de árnica y me la dio. No supe dónde aplicarla". 

-"Quédatela, te la vas poniendo, sugirió". 

"Él dijo que me acompañaba a mi lugar. Yo podía sola y su sugerencia me molestó, era verdad que yo había demostrado que no era capaz de usar mis pies, pero no era necesario puntualizarlo".

"Con el tiempo me empezó a doler el empeine del pie izquierdo, tanto que en la noche me tuve que poner otra pomada. Además me duele un dedo por una uña quebrada y también la muñeca".

Así queda. Una plática completa y funcional para la otra persona que tiene tiempo aunque no interés. 

Las caídas siempre son graciosas: habrá risas, conexión humana y matatiempo.

Otra manera de hacer que las caídas sean interesante es jerarquizarlas.

Una vez me caí frente a los bomberos, traía falda y acababa de hacer una entrevista. Esa es la número 2. 

La tres sería la más reciente, en el trabajo.

Y como número uno, la vez que resbalé por 20 escaleras en el tren ligero. 

"Iba con Jazmín, mi prima", he contado. 

"Habíamos platicado por horas y entramos al tren para ir a casa. Estábamos en un momento importante de mi plática, la volteé a ver y me resbalé".

La ropa y los zapatos son un factor importante en los tropezones. 

"Los escalones estaban desgastados y mis zapatos también. Fue una resbaladilla perfecta".

"Un joven que platicaba con su novia, en la barda que permite ver hacia abajo, corrió a ayudar".

"No, no, le dije. La humillación era suficiente como para que un extraño me tocara".

"Jazmín me ayudó y me reclamó no haber aceptado los brazos fuertes de quien dejó a su novia asegurándose que lo veía, para ayudar".

Siempre hay que aceptar las atenciones. 

Pero, también, si eres de los que ayuda, no exageres la cara de preocupación, que uno se siente más viejo y más torpe. 

 



Comentarios

  1. Son huellas de la batalla cotidiana amiguita.

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  2. Lo importante es que nadie grabe con el móvil y luego lo comparta para miles de hijos de puta que, quizás, reirían.

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