Zapateado tastuán



La chirimía es la que manda. A pesar de su voz chillona, esta especie de flauta tiene la autoridad para coordinar al rey, al santo Santiago, a los moros y a los tastuanes. Con sólo una inflexión, la chirimía puede ordenar la muerte o aparición de algún personaje para divertir a los asistentes.



El tambor le sigue con su voz ronca, como el padre que da fuerza a las decisiones maternales, aportando el drama, marcando el ritmo para el tastuán en turno.



Y con ellos de fondo, la energía de los tastuanes se despliega sobre lo que -unas horas antes- era la calle principal de San Francisco de Ixcatán, municipio de Zapopan, Jalisco.



Vista de lejos, la representación no parece tener orden. Un hombre con cabeza de animal salta por aquí, otro da vueltas por allá; la gente no está mirando a un solo lugar y hay muchos niños en la fila de enfrente. Sí, ya empezó porque el hombre con la pluma en el sombrero va y viene por la calle, bravucón, aguantando el sol y esperando a derrotar a cada uno de sus oponentes.



Es el santo Santiago Caballero, su nombre siempre se pronuncia junto con el título, porque es el protagonista del coloquio de los tastuanes. Es quien ayudó a los españoles a ganar las batallas contra los moros y, también decidió la suerte a su favor en la lucha contra los indios de América. Apóstol guerrero que no distingue injusticias, sólo fervores.



Sobre una calle que cruza con la principal, se posa una especie de “banca” de jugadores. En las gradas de arriba está el rey y otros personajes importantes, hacia abajo -ya sin jerarquías- están el resto de los tastuanes.



Un hombre vestido de moro, con una capa de terciopelo roja, hace el papel de coordinador, carga con un palito y una tabla de madera que golpea para atraer la atención y ordenar que tal o cual personaje aparezca.



Conforme van bajando, cada uno de los hombres/animales hace desplante de su baile, se paran frente a los músicos y declaman algo ininteligible.



“¿Qué dijo?”

“Sabe, wey, ya ves que ellos hablan inglés”



Los tastuanes hablan tastuán, que ni ellos mimos entienden. Existen archivos sobre el coloquio escrito en tocho o caxcán, quizá es el lenguaje que los tastuanes hablan. Para el caso es lo mismo, se trata de trasladar la impotencia de los españoles y los indios para entenderse unos a otros. Puras “borucas” que no lograban expresar nada.



El moro coordinador golpea dos veces y señala al hombre/toro, el tambor toca una melodía diferente. El toro baja de las gradas, zapatea,  hace alarde de su bestialidad y embiste al santo Santiago.



Las ramas de huizache chicotean fuerte sobre el traje y la cabeza del toro, por eso, (y porque está escrito en el guión) se da por vencido, como otros hombres/animales que intentaron atacar al santo antes que él.



Por fin alguien atrapa a Santiago, no es importante quién, sobre todo porque el hombre/burro estaba pateando y persiguiendo a los espectadores, y por eso no se dieron cuenta de quién fue el héroe. Pero la gloria es compartida, entre todos los tastuanes llevan al santo a comparecer ante el rey.




Paqueti mequitiburu birimuru, o algo por el estilo: “mátenlo”.



La única vez en que hay orden entre los tastuanes es porque se ponen en fila, con sus machetes de madera -que ahora son pistolas- y fusilan al santo. Complacido, el rey baja de su trono y empieza a destazar a Santiago, teniendo que lidiar con los hombres/perros que quieren un pedazo de carne, y con los organizadores que le dan una salchicha para poner en los pantalones del santo y así fingir que le corta el pene.



Lo destaza sin prisa, con ritmo prehispánico. Sus pies tocan el suelo al mismo tiempo en que la baqueta toca el tambor: golpe en el suelo, golpe en el parche del tambor, latido simultáneo. Mueve las caderas y luego espanta a los perros: “shu, shu”, aventando trozos de carne imaginaria hacia donde está la gente.



Al terminar, no se puede apreciar su trabajo carnicero, por lo que los tastuanes deben levantar al Santo, aún completo, y tirarlo en otro lugar.



Luego viene la celebración. Alguien hizo un charco de lodo al pie de las gradas y no falta el toro, burro, perro, venado, que brinque sobre él para ensuciar a los demás. No hay sorpresa, están esperando a que el santo reviva.



Cuando por fin aparece, regio y en caballo, hay otra ronda de medición de fuerzas, no muchos tastuanes participan, porque, el caballo -que no fue prevenido sobre su participación- es tímido. Aun así viene el rey, abriendo su capa de satén con las manos, dando vueltas y zapateando.



¡Échale a la chirimía!



Baila alrededor del caballo, y parece burlarse del beato. Finalmente, colma la paciencia de Santiago y recibe un espaldarazo que lo envía lejos, lo suficiente como para caer encima de alguna muchacha que desde entonces será reconocida como “la que abrazó el rey”, un gran honor en la comunidad.  



La chirimía anuncia el final, y el tambor está de acuerdo.

Es hora de un descanso para los tastuanes, quienes van a comer en una de las casas anfitrionas, a donde todo el pueblo está invitado.



 "Desde acatias tacate, deve ver amigo alto, hay de campo quitispalím, que anda haciendo en este campo, si usted en este reyno, es hombre desconocido, qui tapite bescamatli, usted se anda comiendo, se anda robando lo de nosotros y dejando a nuestro Reino en un pereser" (coloquio de tastuanes 1884. Ixcatán, un pueblo que renace cada día, José Casillas)


Mandas en el templo de Ixcatán




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