Somos todos

De repente se perdió.

Su mamá no se dio cuenta porque venía buscando la entrada a los talleres y traía de la mano a la niña. Justo les acababa de decir que no se separaran porque había mucha gente. 

Cuando ella volteó, el niño estaba parado en el mezzanine enorme, alfombrado, vacío de objetos y lleno de gente que le pasaba al rededor sin notar su angustia. Volteaba hacia todos lados pero no lograba ver a su mamá que estaba justo enfrente de él, bajando las escaleras.

Ella gritó su nombre, y el niño caminó hacía ella porque sus piernas no tenían fuerzas para correr. 

La mamá le reclamó no haber escuchado las instrucciones. Pero antes de poder continuar con el discurso de por qué hay que hacer lo que los adultos dicen, se dio cuenta de que el niño seguía pasmado.

"¿Te asustate?"- le preguntó. 
El niño liberó sus lágrimas primero, las palabras después:
"Sí".

Recibió un abrazo protector, de esos donde el adulto enreda con sus brazos y el niño se deja estrujar. Hubo un momento de respeto por los sentimientos y cuando lo consideró apropiado,  mamá aclaró:

"Si tú te perdieras, yo nunca dejaría de buscarte".

Ella le estaba enseñando a la mente infantil, que perderse no es el fin del mundo. Que no depende del niño encontrar el camino de regreso, que los adultos se encargarían de que él regresara. Le estaba asegurando que habría alguien a cargo, y él sólo tenía que esperar a que vinieran por él. Le estaba enseñando sobre la fe.

Si tú te perdieras, yo nunca dejaría de buscarte.

¿Alguno de los 43 normalistas de Ayotzinapa se habrá perdido -cuando era niño- en el mercado, en el vecindario, en alguna feria?

¿Alguna vez su mamá o su papá le habrán asegurado que lo buscarían sin cesar?

Aún cuando ellos no se perdieron, si no que fueron secuestrados,  la promesa aún se cumple.

Si tú te perdieras, yo nunca dejaría de buscarte.
 
Aún sigo esperando que aparezcan en un giro inesperado de eventos, con música hollywoodense y tomas en cámara lenta; espero que aparezcan y que las escenas en la televisión, las crónicas de su regreso, y las noticias feisbuqueras nos conmuevan a todos, nos den esperanza. 

Que digan: "Hola, aquí estamos"- y que una ola de ingenuidad invada a todo México y el mundo.

Pero -si están muertos- espero que hayan pensando en la promesa que los padres hacen todos los días con sus cuidados, sus cariños, su mirada. En la promesa de la gente que los vivió: 

Si tú te perdieras, yo nunca dejaría de buscarte.

Y espero que los mexicanos cumplamos la promesa. Que nos dejemos transformar por el dolor, que se convierta en acciones, que no nos cansemos de buscarlos, de cumplir la promesa.


Si tú te perdieras, yo nunca dejaría de buscarte.

 

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