Reina de corazones


Mi amiga sigue con el corazón roto. Se arriesgó y se acabó, y ahora hay que atravesar el duelo. No sé si debo decir algo, o sólo sentarme a su lado, que sienta mi presencia, que se acuerde de la suya y luego lo deje ir con sus prejuicios y marañas; con su ego y popularidad.

A pesar de la poca esperanza que se asentó en su cara, aún así hace el esfuerzo por recordarme que yo también debo dejar ir, que aproveche y que luego suelte.

Me quedo quieta. Dos días, tres días, cuatro días, 7 días. 30 minutos, dos minutos ¡pum! No más quietud.
Me observo y descubro que una cosa es el amor que siento y otra muy diferente la obsesión que me estruja. Y cuando pienso en amor pienso en dejar ser, en reverenciar, en libertad y confianza; lo malo es que la obsesión piensa por sí misma, y lo que dice es que no he hecho suficiente.

¿Y si perdí mi oportunidad? ¿Y si esta no es mi oportunidad?


La inteligencia me juega una mala pasada, todo lo que leo, lo que escucho y llega a mí, me dice lo que quiero escuchar: "el amor se arriesga", "esa canción sí era para tí", "el graffitti con su nombre que ves todos los días después de correr, es la voz del destino"... "¡Detente!"-tengo que ordenar (me), y a veces me hago caso.

Hablar me ayuda, me regresa a la realidad. Leer me ayuda, me concentra. Orar me ayuda, me dignifica. Vivir me ayuda, confío. 

Y en los días en que nada de eso me funciona, me embriago de fantasía. Me atiborro hasta revolverme, hasta sentirme peor, más frustrada, más mareada, más ilógica. 

"Eres de las mías"-dice mi amiga con el corazón roto. Y entonces no me siento tan perdida, tan sola. Entonces el hombre de mis fantasías se separa del real. El imaginario se va y me promete volver para consolarme; el real se va y continúa con su vida. 

Vuelvo a donde estaba. Me quedo quieta un poco más, un poco más cuerda, un poco más sensata, un poco más cínica. 

Vuelvo con ella que tiene el corazón roto por haberse entregado; y el alma dividida por haber permitido un compañero. Vuelvo a su fortaleza y su camino...
y la admiro, por seguir creyendo.

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