Así aprendí inglés
Mi inglés no era bueno. Me creí capaz porque entendía algunas frases y veía capítulos de series que me sabía de memoria y porque de niña jugaba a ser telefonista con esos aparatos de cordón y botones. Era mi primer trabajo formal después de intentar vender vestidos de novia en el centro y después de vender verduras con mi tío. Aquel lugar me parecía elegante, limpio, grande y retador. Me pidieron vestir formal y me sentí adulta. No tenía buen inglés y aún así, la mujer de recursos humanos -linda y simple- me recomendó. Ella estaba de buenas aunque aún no salía con el más guapo del piso, ese que años después llegaría al edificio en bicicleta, apresurado se acercaría al carro de ella para ayudarle a sacar sus materiales con los que daba los entrenamientos, le daría la mano para bajarla, cerraría la puerta del auto y la acompañaría en silencio; ella todavía no lo conquistaba con su sonrisa auténti...