Historias de tacón

Suaviza sus pisadas. Desde abajo de la mujer, los zapatos negros semiabiertos reclaman que fueron hechos para llamar la atención. 
Clap, haremos una entrada espectacular, clap, todos sabrán que entraste al recinto, clap, serás la más estilizada, clap, mostraremos tu porte. Los tacones buscan cumplir su objetivo. 

Decepcionados, sueltan un sonido apagado porque son apartados a propósito del suelo. 
La mujer de cabello largo y rizado camina de puntillas, tratando de detener el escándalo del piso de madera.
El grado de dificultad aumenta cuando tiene dos tazas de café en la mano. 
Dobla la cintura para dejar una bebida en la mesa llena de académicos. El hombre de corbata, uno de tantos, le dice que él no pidió café. Y la trabajadora del Congreso del Estado va de regreso. 
Clap, deberíamos estar en una fiesta, clap, para eso somos tan llamativos. Y ella está de acuerdo, el gesto que hace cada que da un paso, no es de dolor físico.
Su toque es suave, así parece cuando pone la mano sobre la espalda de los doctores, maestros, licenciados en derecho y en pedantería. Así parece cuando toca sus hombros. 
Su toque es suave en el piso también. Va y viene, cumpliendo con la labor de mesera. Bella, fuera de lugar.

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