Reina de corazones
Mi amiga sigue con el corazón roto. Se arriesgó y se acabó, y ahora hay que atravesar el duelo. No sé si debo decir algo, o sólo sentarme a su lado, que sienta mi presencia, que se acuerde de la suya y luego lo deje ir con sus prejuicios y marañas; con su ego y popularidad. A pesar de la poca esperanza que se asentó en su cara, aún así hace el esfuerzo por recordarme que yo también debo dejar ir, que aproveche y que luego suelte. Me quedo quieta. Dos días, tres días, cuatro días, 7 días. 30 minutos, dos minutos ¡pum! No más quietud. Me observo y descubro que una cosa es el amor que siento y otra muy diferente la obsesión que me estruja. Y cuando pienso en amor pienso en dejar ser, en reverenciar, en libertad y confianza; lo malo es que la obsesión piensa por sí misma, y lo que dice es que no he hecho suficiente. ¿Y si perdí mi oportunidad? ¿Y si esta no es mi oportunidad? La inteligencia me juega una mala pasada, todo lo que leo, lo que escucho y llega a mí, m...